Carles Benavent
Victor Wooten
Jaco Pastorius
sábado, 9 de octubre de 2010
domingo, 3 de octubre de 2010
Camino de espinas
España es caldo de cultivo de chiringuitos cutres, paraíso de corporativos voraces y cuna de pseudoempresarios de carajillo. Estamos a la cola de Europa en productividad, el desempleo nos quita el sueño (y el pan), pero seguimos con prácticas tan absurdas como los horarios partidos y el cierre del comercio los domingos. Con un calendario laboral tan mal optimizado, no es de sorprender que los españoles encabecemos la lista de los países en que más horas se trabaja, en que menos se produce y donde más paro hay.
Dicho de otra forma, gran parte del problema radica en que el sistema laboral español defiende conquistas decimonónicas, mientras que el empresario se ha olvidado de incentivar a sus empleados, de capacitarlos y de definir objetivos concretos que ayuden a aumentar su productividad. Hay que destacar también la poca o nula vinculación que existe entre empleadores y empleados, y el bajísimo grado de compromiso de los trabajadores hacia su empresa. Esto es el resultado lógico de una cultura empresarial cortoplacista, con poca altura de miras, cuyo objetivo es aumentar sus beneficios de manera rápida, muy frecuentemente a costa de los sueldos y de la calidad de los productos y servicios que ofrecen. Nuestra industria se empeña en competir con costes bajos en vez de ofrecer calidad o valor añadido, una apuesta que en el mediano y largo plazos nos deja terriblemente vulnerados frente a una economía globalizada.
Si decidimos extirpar el tumor de raíz y sanear nuestra economía, hay que tomar en cuenta que tenemos por delante un largo camino de espinas. Las consecuencias en el corto plazo serían poco halagüeñas, pero nos iríamos de este mundo con el consuelo de que dejamos un mejor país para nuestros hijos. Si por el contrario, no estamos dispuestos a hacer el sacrificio, siempre podemos seguir estirando del hilo, a ver hasta dónde llega. Por mi parte, no creo que ni el status quo que defienden los sindicatos ni la reforma laboral que promueve el gobierno sean la respuesta para la reactivación económica y la generación de empleo.
Y volviendo a nuestros empresarios, aquí dejo las palabras del señor César Alierta, presidente de una gran multinacional española. No perdamos de vista que éste es un hombre que representa a nuestros empresarios internacionalmente, para que os deis una idea de la gravedad del problema.
domingo, 26 de septiembre de 2010
Fin de mes
Pocas cosas más irritantes que terminar el mes en pleito con la Telefónica. O Movistar, como desde hace unos meses se autodenominan en un esfuerzo inútil porque la gente deje de asociarlos con todo lo que está mal en la prestación de servicios en este país. Pues eso, resulta que una vez más se han “equivocado” al hacer los cobros y han vuelto a cargar un servicio que cancelé hace varios meses. Ni siquiera voy a entrar en los detalles de las llamadas que he hecho para presentar mi reclamación. Esta empresa tiene un arte, un temple a prueba de gritos y sollozos, para desgastarte hasta un punto en el que te cuestionas qué vale más, si tu tiempo y tu salud mental, o los 10 euros mensuales que te vienen birlando por un servicio que no utilizas porque no funciona. Venga, vamos a dejarnos de eufemismos y a ponerlo con todas sus letras: son unos ladrones y, lo más grave, las leyes están montadas para que empresas como ésta pueden abusar del consumidor sin que haya ningún tipo de consecuencias.
![]() |
Alguien que dice llamarse Cliente ha llamado para pedir una cosa que se llama servicio, ¿sabes tú quién puede ser o de qué coño que habla? |
Justamente el viernes hablábamos de esto con algunos colegas a la hora de la comida. La conversación giraba en torno a la experiencias amargas que todos los comensales, sin excepción, habían tenido con la susodicha: desde publicidad engañosa hasta acoso telefónico, pasando por cobros fraudulentos y un servicio al cliente lamentable. Como siempre sucede en estas situaciones, la charla se fue desviando y terminamos hablando de la atención al público en España. Uno que venía llegando de sus vacaciones en Nueva York comentó que lo que más le había sorprendido de Manhattan era lo bien que lo habían tratado en todos los sitios a donde había ido de shopping o donde había comido: meseros solícitos y atentos que no dejaron que se le vaciase el vaso de cerveza; vendedores que lo saludaron nada más verlo entrar en el local y que, por si fuera poco, le ayudaron a seleccionar la ropa. Un lujo. Cuando los comparó con la tía desagradable que es ese momento nos retiraba los platos casi se deprimió. “Claro”, agregó otro, “es que allí trabajan por las propinas y la comisión; no tienen un sueldo como aquí.” ¿Quiere decir esto que en España tenemos que resignarnos a que como clientes nos traten con la punta del pie?, ¿acaso nuestro modelo de bienestar está atrofiando al comercio y al sector de los servicios?
sábado, 25 de septiembre de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)